- Crear el presupuesto del nuevo año basado en datos históricos y supuestos que
ya no son relevantes, sin considerar la estrategia del negocio.
- Renovar contratos con el mismo alcance y estructura de costos, sin haber
considerado un cambio de estrategia o la necesidad de una transformación.
- Debilitar los controles críticos debido a la presión del tiempo, lo que demuestra
que algunos controles son innecesarios o deben replantearse.
- Establecer metas e indicadores estratégicos sin tener en cuenta las capacidades
del personal y el clima organizacional.
- No incluir indicadores de compras sostenibles en las metas ni un plan anual
estratégico de compras con seguimientos periódicos por parte del nivel
ejecutivo.
- No medir las capacidades de las áreas de soporte en relación con los desafíos
de las unidades de negocio de manera situacional, y considerar los “otros”
aspectos no específicos del rol que consumen más del 30% de su tiempo
principal.
- Olvidarse de establecer metas y proyectos de automatización y digitalización.
- No compartir el plan estratégico con tus proveedores y aliados. No hay nada
más valioso que hacerlos parte de los objetivos y verlos como compañeros de
equipo, lo que aumenta la confianza y facilita los negocios.
- Olvidar la importancia de definir una “transferencia” de los procesos estratégicos
de compras, donde se tengan espacios para explicar lo solicitado, lo logrado, las
obligaciones y los deberes de las partes, así como los mecanismos de
resolución de conflictos.
- Y quizás el error más grande: confiarse y bajar la guardia porque las cosas van
bien. El hecho de que las cosas vayan bien es una razón para estar alerta. Si la
velocidad de nuestros competidores es mayor que la nuestra debido a la lentitud
de nuestros procesos internos, estamos en una desventaja real.